Motor Carrera dice adiós a la temporada 2014/2015 y lo hace como los grandes, cumpliendo el objetivo de quedar 3-0. Si el místerexdelegator no acierta a especificar en qué sentido tenía que ser ese 3-0 para clasificarnos ya no es nuestra culpa, sino de su falta de comunicación o de todo lo que habría comido en los días previos en Badajoz (porque, hablemos en serio: ¿qué puede hacer uno en Badajoz si no es drogarse? Pues comer. Supongo).
El caso es que el equipo se presentó bajo un sol de cojones para luchar por pasar de ronda en el Trofeo Marca. Las opciones eran reducidas pero la épica nos gusta más que a Álvaro el continente asiático. Tanto nos atrae la épica que empezar el partido sacando nosotros nos parecía darnos una ventaja innecesaria y aunque el sorteo de la colegiada manca nos otorgase ese honor, Luisillo cedió amablemente el balón al equipo rival con un pase que esperemos no ose nunca en llamarlo “disparo”. Desde ahí todo fue creciendo en épica: equipo con siete jugadores justos al inicio del encuentro (luego aparecería Víctor) y un 0-0 que no duró demasiado en el marcador gracias a la actuación estelar del demente. Cansado de que se le eche en cara que sólo para con los pies, un tiro lejano del rival idóneo para su especialidad fue repelido por el ikerista del equipo con la misma técnica que su ídolo: la parada con la mirada. Por desgracia para él, Santo sólo hay uno y no vive entre Córdoba y Madrid, así que el balón acabó, leyes de la física mediante, en nuestra portería.
El cansancio, el calor y la falta de recursos comenzaron a ser evidentes y, salvo algún disparo aislado, Motor Carrera no conseguía generar peligro. En un contraataque made in Mourinho (Xavi no daría validez al gol), Le llamaban Trinidad se plantó con tres atacantes en área rival y la dejada al punto de penalti acabó con un buen disparo a la escuadra que Luis no pudo sacar por no haber tomado un petit suisse más cuando era pequeño. Disparos de Diego, Víctor, Marcos y un servidor de ustedes y de Taylor Swift intentaban arañar un punto de honor, pero todo era inútil. Las superioridades del rival en ataque eran evidentes y así, con una jugada por banda, llegó el tercer tanto rival. Un 3-0 que nos dejaba satisfechos por tener el trabajo hecho justo antes de que se pitase el descanso; sin embargo, y para sorpresa, Chechu nos sacó del error al asegurar que éramos nosotros los que teníamos que ganar por tres goles de diferencia.
De blanco motorcarrerístico. Taylor está para ponerle un piso de renta antigua
Después de frases como “Haber empezado por ahí, hombre” salimos al campo resueltos a acabar con ese malentendido y remontar tranquilamente. Pronto nos dimos cuenta de que el rival no estaba por la labor de dejarse marcar 6 goles y que tendríamos que currárnoslo. Así que empezamos a darle al rustic style, convencidos de que no nos abandonaría cuando más lo necesitábamos. De nuevo, nos equivocamos. Pocas jugadas conseguimos con esa sutil forma de jugar y cuando intentábamos algo distinto, no llegábamos a ninguna parte. Aun así, dispusimos de varios disparos que su guardameta sí paró usando las manos. Aunque nos pillaron en alguna contra, tampoco dispusieron de disparos en ventaja y Chocho no tuvo excesivo trabajo en la segunda mitad más allá de sacar muchas veces de puerta.
Datos de (des) interés:
- Carrusel de bajas. Fernandito, incubando una mutación de virus; Álvaro, que se borró por tener que preparar una presentación para el trabajo (se ve que las dos horas máxime del partido le quitan mucho tiempo. No así la parranda en Las Vistillas o las vomitonas en Santo Domingo); Pedro, dejando a Jerez con más sequía de la que ya tienen; Marco, pensando en el nombre del tercer retoño; y Rubén, de buen novio. Así, los últimos ocho de Hortaleza tuvieron que resistir sin cambios hasta la llegada de Víctor empezado el partido que se intentaba borrar con un “es que me canso”. Además, volvimos a ser 7 por lesión del benemérito Diego.
- Afición femenina en el banquillo de las hordas blancas. Rocío, recién llegada de Badajoz; Julia, fiel a su gafe con el equipo; y Mar, la delegada/fotógrafa, cumplieron con su compromiso de despedir al equipo.
- Con los cero goles que el equipo marcó la tabla de goleadores no sufre cambio ninguno. Marcos se alza así con el Pichichi del equipo con 18 tantos y el podio lo completamos este humilde redactor con 16 y Álvaro, con una decena de goles. Enhorabuena al ganador, aunque para que no le haga tanta ilusión este premio, desde el vloj nos vemos obligado a recordarle que el último pichichi atlético lo fue en el mismo año que el Atlético descendió.
- Nuestro portero karateka no lo fue tanto. Paró una entre los muslos, el culo y vaya usted a saber qué, cierto, algo que casi le cuesta decir adiós a su rodilla. En el primero pudo hacer algo más, en los demás: no. Sinceridad ante todo. Te digo, de todo corazón, que te prefiero a ti antes que a Casillas. Somos chochistas, que suena muy bien.
- Momento cómico-taurino doble. El primero ya ha sido mencionado y desde aquí lanzamos una pregunta: ¿qué se le pasó por la cabeza a Luisillo para, desde el centro del campo, mandar un balón a la velocidad con la que avanzan los caracoles al portero rival? Él afirmó que miraba si el portero estaba atento; lo que dudamos es que él lo estuviese. El otro momento fue el riego, que saltó en mitad del encuentro llenando de gozo a los acalorados jugadores y haciendo que Mar recogiese el material fotográfico a una velocidad mayor que la de Luisillo al “disparar”. El monzón llegaba a chorros, pero sólo a ratos.
- Tercer tiempo en la terraza del panceta´s bar. Todo un lujo con la Estrella Galicia como animadora de la fiesta.
Así acaba la crónica del último partido14/15 de Motor Carrera. Hay quien piensa que el mejor resumen de la temporada es mirar atrás y ver lo conseguido. Está en lo cierto. Disputamos la Liga hasta el parón de enero que nos desfondó al estilo Queiroz o el mismísimo Madrí de este año y llegamos al último partido del Trofeo Marca con alguna posibilidad. Luchar para no vencer es malgastar esfuerzo, sí, pero nos hemos divertido. Quédense con eso mientras llenas cajas con sus enseres porque, efectivamente, están despedidos. Hasta más ver, chavalada.
Escrito por: Xaime Méndez Baudot