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martes, 9 de febrero de 2016

Cuando la resaca no es de víctoria



Existe momentos excepcionales en la Historia en los que la humanidad ha llevado a cabo grandes esfuerzos. Los esclavos construyendo las pirámides de Egipto, los judíos 40 años caminando por el desierto buscando la “tierra prometida” o, por poner un ejemplo de este siglo, intentar recordar un partido de fútbol después de un Que no nos falte de ná en el que, por no faltar, no faltó ni la resaca.

Por suerte marqué tres goles. Y en mi humilde egocentrismo es algo difícil de olvidar por mucho whisky con el que se intenté empapar tal hazaña más propia de dioses que de simples mortales. Lo que a continuación se relata es una crónica a trazos debido a las lagunas propias de la edad, el paso de los días y, ya dijimos, de vivir fernanditada más allá de la medianoche:

Segundo encuentro consecutivo en el Panceta Arena con más público del habitual. Sospechoso teniendo en cuenta que estaba anunciado el pospartido más salvaje. Campaba el 0-0 a sus anchas por el campo hasta que una falta en el borde del área supuso un deja vu de la jornada anterior: gol del abajofirmante. En esta ocasión, eso sí, con cierta colaboración del portero. Poco duró la alegría, ya que en una jugada de ataque rival, el balón impactó en la mano de este redactor dentro del área. Lo peor es que el árbitro lo vio. Luis acertó el sitio del disparo, pero su mano blanda no detuvo la pelotita. Por suerte, una buena jugada por el centro de Álvaro y el 10 de MC terminó con un lanzamiento cruzado que nos daba ventaja y, de nuevo por desgracia, el 2-1 duró poco. Aquí viene el primer lapsus del encuentro: Partido a partido lograba empatar, sí, pero a mí no me pregunten cómo.

Durante la segunda parte se mascaba la trágica condición de MC. Esto es: complicarle la vida a los equipos de la parte alta de la clasificación y convertirnos en Cáritas ante los colistas. El 2-2 no se movía y éramos incapaces de hacer gol hasta que en una jugada de banda terminó con Rubén intentando rematar de cabeza y un defensor intentando despejar con la bota la cabeza del benemérito defensa. Libre indirecto dentro del área. Pedro puso una cara que podría interpretarse como algo así: “chavales, quitaos de en medio porque os pienso reventar el balón a menos de un metro de distancia. Vais a morir o va a ser gol. No hay otra opción”. No celebramos ningún funeral ergo…¡gol de MC! La ventaja no nos permitía estar tranquilos, ya que el partido era de esos raros en los que no lográbamos marcar a pesar de las facilidades que nos ponían. Vamos, lo que Charlie llama “un sábado noche cualquiera”. Pero en un robo desde atrás de Rubén, que se recorrió todo el campo, llegó la tranquilidad. Su pase de la muerte en forma de pedrada lo aprovechó la espinilla de Marcos para anotar el 4-2 que, por fin, nos hacía respirar y empezar a pensar en qué pedir para que Fernandito se dejase los cuartos en el tercer  tiempo.

Antes del pitido final, el equipo tuvo tiempo de fallar alguna ocasión más o menos clara (mi memoria no me permite recordar quién ni cuál exactamente) y a que de nuevo YO anotase otro gol. Poco más hay que contar de un partido que pone punto final a la primera vuelta y que nos deja en el tren de cabeza. Pelea de leones.

Datos de (des)interés:

  • Bajas por incomparecencia de Marco, Luisillo y Chocho, necesitado de un poco de sur para poder ver el norte.
  • Afición notable con presencia de Julia, Rocío, Mar, Bea < 3 y Blanca de Álvaro, pero no novia, hermana, que oliendo lo que se venía por encima decidió volver a asistir a un partido de Motor Carrera más de un año después. Traidoras al fútbol pero fieles al alcohol, se sumaron tras el encuentro las cónyuges de Marcos y Fernandito.
  • El Pichichi sigue encabezado por mi persona con tres tantos de diferencia sobre Marcos. Pedro abandona el pelotón de los monogoleadores para sumarse al de bigoleadores, donde le esperaban con los brazos abiertos Charlie (me acabo de sorprender tanto como vosotros al mirarlo) y Fernandito.
  • De nuevo cambio en la portería ante la insistencia de Chocho por no venir. En esta ocasión, la primera mitad nuestra portería estuvo defendida por Luis, que encajó dos tantos, cediendo los guantes a Álvaro en la segunda. Todos nos temíamos lo peor pero, sorprendentemente, no le cayó ningún gol ni tuvo a bien deleitarnos con un gif de mono colgante.
  • El tercer tiempo fue el tradicional Que no nos falte de ná de Fernandito, que celebra su cumpleaños rodeado de nosotros ante la vergüenza que le supone presentarnos a sus verdaderos amigos. Trasladamos los fastos y festejos hasta el Palomar del leal Fernando para servirnos bien de comer, beber y de Real Madrid. La falsa alarma de que Fer no iba a tener cartera casi provoca una estampida, pero finalmente su tarjeta de crédito se puso al servicio de nuestros hígados y los más osados le dimos caña a la bebida. Desde este vloj dar las gracias a Fer y le emplazamos a cumplir muchos más años. Si puede ser todos los domingos, mejor.

Así termina esta crónica. Ahora queda la parte más dura: una segunda vuelta de los seis mejores equipos de la Liga. Ahí es donde hay que demostrar que somos los onvres que todos creemos cuando nos miramos al espejo. O, al menos, intentarlo. Ser (sic) malos, como diría el mandatado a formar Gobierno.



Escrito por: Xaime Méndez Baudot

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